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16 de octubre de 2017

Lunes , 16 de Octubre de 2017

Espero poder reirme de esta entrada en las próximas semanas. Será señal de que no todo está perdido y de que me equivoqué en mis predicciones, lo cual por una vez me haría ilusión.
Y es que hoy puede ser desencadenante de un antes y un después en esta tierra del nordeste de la Península Ibérica, que es Cataluña.
Escribo en castellano en esta ocasión. Es mi lengua materna. Muchas otras veces elijo el catalán, en función de en qué ando pensando. De bien pequeña fui a un colegio en que todavía se enseñaba en catalán y lo aprendí tal que desde siempre me he sentido completa y felizmente bilingüe. Y a día de hoy me siento con la legitimidad moral de afirmar que en esta tierra todos los críos hablan ambas lenguas sin ninguna dificultad. En la escuela prima el catalán, cosa que me parece lo más natural, lo cual no impide un alto nivel de castellano (miren las estadísticas en las pruebas de nivel de la selectividad). Y también afirmo que en la calle se hablan ambos idiomas sin problemas. Mi madre nunca ha hablado catalán y jamás ha topado con ningún energúmeno en sus ochenta años de vida, de los cuales más de setenta los ha pasado por estas tierras .

Pero dejando temas lingüísticos a pesar de su imperiosa importancia, a lo que iba hoy era al miedo y la tristeza que siento por cómo se pueda desarrollar el día de hoy y los que vendrán. Tal vez esta pueda ser la última entrada que escribo en plena libertad. Tal vez mañana ya deba medir mis palabras por miedo a ser amonestada. Ojalá me equivoque. Ojalá esto sólo sean tonterías de persona peliculera.

Me huele que este tema que se tapa con las banderas es mucho más complejo de lo que se nos hace creer. Una parte va de identidades. Y otra más amplia, va de libertades elementales. Y lo uno ha disparado lo otro y aquí  nos jugamos mucho todas las personas , las de aquí y las de allá.

En cuanto al tema de identidad, no es que las personas de aquí no quieran ser españolas, es que son catalanas. Y sí, es verdad, que con las migraciones de los 60, hay muchas personas venidas de más allá de la franja que sienten su identidad como españolas, y no tengo nada que objetar. Mis padres son de Aragón y Andalucía. Ellos se acercan a ese sentir. Y yo, la verdad, no me he preocupado en exceso por estos temas identitarios, hasta ahora, aunque voy más allá, y entendiendo todos los sentires, no quiero quedarme en la superfície. Lo importante es el bienestar de las gentes y la libertad con la que puedan vivir lo que sienten que son, con respeto al lugar en el que habitan. Lo que no puedo aceptar es la intolerancia y el irrespeto de ninguna parte, pero sobretodo del nacionalismo español, que ha tenido siempre la fuerza, y que ha doblegado en muchas ocasiones la identidad catalana. Y lo peor es que no lo hace más que por intereses crematísticos y desde el convencimiento de la superioridad cultural y apelando al derecho y a la historia, como si España hubiese sido siempre una, grande y libre. ¡Menuda estupidez y barbaridad!. No siempre fue España, no siempre fue un imperio, y lo último...en fin...

En este mundo lo que sí es cierto es el movimiento, todo cambia, nada permanece. Sin embargo sí existe algo llamado memoria, y aunque hay que mirar hacía adelante, el sufrimiento y las injusticias pesan. Y si a un pueblo se le niega su derecho a ser lo que es, a hablar y educar a sus descendientes en su propia lengua, no pretendan que esté como unas castañuelas.Y si además este pueblo se siente incomprendido y menospreciado y encima estrujado económicamente, pues ya me dirán. ¿Cómo no tener ganas de irse y poder ser y gobernarse sin trabas? Entiendo a las personas que se sienten españolas y no me digan que aquí se menosprecia su lengua, cuando ha sido el catalán el que ha sido vapuleado hasta que desde las instituciones han puesto algo de orden con la inmersión lingüística, algo que debería entenderse como lo normal y legítimo. Aquí y ahora nos sentimos orgullosas de dominar castellano y catalán. Es una gran riqueza.

¿Qué ahora hay casi la mitad de gente que no quiere irse ? Bien. Es lo que tenemos.Y me pregunto: ¿Porqué negar sistemáticamente un referéndum? ¿Porqué tiene que decidir sobre esto el resto del Estado? ¿Es que en Escocia votaron todos los ingleses? No sé . Estoy harta. Porque el asunto no es otro que el Estado Español no quiere perder lo que aquí llamamos la "mamella", la teta, en idioma del imperio. Y eso es y nada más y si para no perder este pilar económico hay que entrar y arremeter con esa más de la mitad de su población, díscola y separatista, pues se entra a mamporrazo limpio, que los chicos del Piolín están con ganas la mayoría.¡Qué triste! Y¡qué duro! La historia se repite y me digo que vuelvo a estar en el lado perdedor, o tal vez no, tal vez por esta vez sucederá un milagro, y esa Virgen de la Macarena estupenda se le aparecerá a la Cospe y a la Santamaría de las narices, en las narices precisamente y les hará ver la luz y les dará entendimiento. Tal vez eso ocurra y nos libremos de volver a la caverna aunque me la disfracen de lugar de democracia y libertad. Yo sé que no voy a creerme el espejismo. 

Y sí me siento muy triste  y preocupada, porque en este mundo los malos casi siempre ganan. Y porque sé que en esto muchas de las habitantes de España están con nosotras porque tampoco quieren seguir en esa España carca y decimonónica que ya ahoga a cualquiera con dos dedos de frente.

De La Caverna de José Saramago







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