Con ánimo de aprender

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4 de marzo de 2016

Siento vergüenza de ser humana.






Esta mañana siento especial vergüenza. Me disgusta sentir indignación, y ahí está cociéndose por la parte media de mi abdomen. Así que ando entre ambos sentimientos. 

Preparando mi taza de té, como buena ciudadana de esta educada y moderna sociedad en la que vivo, la radio puesta, no voy más que de susto en susto. Lo primero que escucho y no doy crédito es a un Felipe pidiendo desvergonzadamente que no haya odio y que haya paz. ¿Desde dónde se atreve a sentar cátedra este asalariado de la gran suministradora que vive a cuerpo de rey? Nunca me cayó simpático y creo sinceramente que a pesar de la edad, sabe muy bien qué defiende, y lo que es peor, no varia de lo que ha defendido siempre.  Una pena escuchar ayer a un Ramón Tamames elogiándole, y también haciendo propuestas a la presidencia para el Guindos. Patético y preocupante. ¿Dónde quedó aquel economista lúcido de antaño?  Más vergüenza. Estoy convencida de que estos tres, acompañados de un surtido grupo de otras gobernantas, estarían mucho mejor ubicados, para tener una mejor perspectiva digo, en la isla de Lesbos, ayudando a salvar las vidas desesperadas de los que buscan refugio en una Europa muerta. Muerta por insensible, por sorda, porque se pudre en su propio lodo, lleno de mentiras, de políticas ultraliberales, vampíricas, que la hunden cada vez más en un caldo que imposibilita el renacimiento a un mundo que invierta en economía real y limpia, colaborativa, donde cada cual tenga un lugar de construcción de lo común, que le permita vivir libre y dignamente. Una Europa que hoy desde Atenas se atreve a decir con la boca grande y de forma directa que no vengan a esas mujeres, hombres y menores, que huyen de la guerra, la miseria y de lo que en gran parte las oligarquías del mundo están propiciando, la desesperación de los muchos. 

Imagen de www.telemetro.com
Ellos podíamos ser tú, yo y mi hija.
Y es que la Vieja Europa está en un mundo doblemente muerto. Entre el fenómeno de la globalización que sólo trabaja para hacer más ricos a los que ya lo son, en una competencia perversa en la que sólo los más gordos pueden jugar, para inflar de ceros sus inimaginables fortunas. Y entre el silenciamiento de las voces disonantes, que alertan contra el cambio climático y las cada vez mayores tasas de pobreza. 

En el país más rico del mundo a punto de ganar las elecciones uno de esos gordos que aparecen más arriba y que tiene unas ideas que dan terror. 

En España,  lo mismo en más pequeño: desmemoriados políticos que dónde ayer hacían afirmaciones contundentes, hoy pregonan lo contrario para mantener posiciones. Y es que sólo un pacto de izquierdas podría suponer una esperanza, aunque no las tengo todas. Casi estoy convencida que si se diera esa mayoría de ruptura, vuelven a montarnos una guerrita. Total somos muchos y con tantos queriendo venir de más allá de los mares, pronto tendrían nuevos esclavos.

Y para rematar el tema de esos separatistas que pretenden que Aragón tenga mar. Bien segura estoy que nunca he sido de banderas, de ninguna, y de que cada vez tengo más ganas de que Zaragoza tenga puerto, ¡por Dios! El discurso de Joan Tardà en el Congreso, fue educado, contundente, inteligente, inteligible, en español, y fíjate tu, que gran parte de los tan demócratas y modernos parlamentarios no pudieron escucharle porque tenían otros asuntos que atender y, en dejación de sus funciones, dejaron el hemiciclo, que no el salario ni las dietas que cobran.

 En fin, que paren el mundo que yo me bajo. Esta es una sociedad de carroñeros que desconocemos lo que es la sensibilidad, la empatía, la compasión. Y así, de verdad, no se puede.



Imagen de www.notiminuto.com
De isla en isla, el drama humano. También podíamos ser nosotros.

Imagen de www.voxeurop.eu
Contraste entre la pintada de un niño de nuestra sociedad opulenta frente a los inmigrantes recogiendo materiales para reciclar y sobrevivir.

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